Los microorganismos de la microbiota están involucrados en muchas de las funciones principales de nuestro cuerpo, desde la regulación de la función inmune hasta la secreción de neurotransmisores.
Influencia de la leche materna
La microbiota de un bebé se forma a partir de varias fuentes: contacto piel con piel, paso a través del canal de parto y bacterias adquiridas en el útero. Una porción significativa proviene de la leche materna, cuando las bacterias intestinales maternas migran a las glándulas mamarias y son ingeridas por el bebé.
En los últimos años, se ha producido un interés generalizado en la función de las bacterias beneficiosas en el tracto intestinal y en todo el cuerpo humano. Se cree que los microbios comensales (la microflora normal en las superficies de nuestro cuerpo) están involucrados en todo, desde la regulación de la función inmune a la secreción de neurotransmisores. Los bebés obtienen estos microbios principalmente de sus madres—y el amamantamiento desempeña un papel importante en su colonización.
LA LECHE MATERNA INFLUYE EN LA MICROFLORA
Las poblaciones intestinales infantiles están sujetas a muchos cambios basados en la historia de vida, genética, uso de antibióticos, dietas ancestrales, tipo de nacimiento y más. Algunas investigaciones han sugerido que la obesidad o el estrés en una madre, o incluso el sexo del bebé, pueden influir en la composición microbiana de la leche humana. La localización geográfica es también bastante significativa, por ejemplo, las comunidades de subsistencia (que dependen de los recursos naturales) tienden a poseer una variedad más amplia de bacterias intestinales, en comparación con las sociedades occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas (WEIRD: Western Educated Industrialized Rich and Democratic societies). Sin embargo, la influencia más importante en el tipo de microorganismos en nuestra piel o en nuestros cuerpos parece depender de si un bebé recibe o no alguna otra cosa que leche materna.
El microbioma de un bebé (los microorganismos en su cuerpo) se forma a partir de varias fuentes: contacto piel con piel, paso a través del canal de parto y bacterias adquiridas en el útero. Pero una porción significativa proviene de la leche materna, cuando las bacterias intestinales maternas migran a las glándulas mamarias y son ingeridas por el bebé. Estos microorganismos dirigidos a la leche (MOMs-milk oriented microbes), particularmente Bifidobacterium longum infantis (B. infantis), se alimentan de otro componente notable de la leche materna: los oligosacáridos de la leche humana (HMOs-human milk oligosaccharides).
OLIGOSACÁRIDOS DE LA LECHE HUMANA (HMOS)
Hay aproximadamente de 400 a 1000 diferentes tipos de HMOs y cada madre produce su propia huella digital de aproximadamente 50 de estos tipos. Aunque los HMOs constituyen el tercer componente más grande de la leche humana, los bebés no pueden digerir estas complejas moléculas de azúcar. Los HMO pasan a través del tracto digestivo, donde no sólo alimentan a los MOM, sino que, también, ayudan a capturar e inactivar las bacterias patógenas (bacterias que causan infecciones). Se cree que esta capacidad de unión es una de las razones por las cuales el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) no se transmite fácilmente a través de la leche materna. Además, B. infantis digiere los HMO mucho mejor que otros organismos beneficiosos, y en el proceso libera ácidos grasos de cadena corta, que alimentan el revestimiento intestinal del infante, y ácido siálico, que promueve el rápido crecimiento del cerebro.
MEJOR SALUD Y DESARROLLO
En la conferencia de la Asociación Internacional de Consultores de Lactancia de 2016, la antropóloga Dra. Katie Hinde contó que la preponderancia de bacterias bífidas del tipo “amamantado” en el intestino del bebé, especialmente B. infantis, está asociada con mejores resultados en la salud y desarrollo, incluyendo mejorar la función inmune y disminuir la incidencia de enterocolitis necrotizante (una enfermedad intestinal grave) en neonatos prematuros. Otra de las maneras fascinantes en que los microbios pueden estar implicados en una inmunidad mejorada es a través de la interacción de la leche humana y la saliva infantil (pero no la del adulto). Esta combinación produce una forma de peróxido de hidrógeno que destruye las bacterias patógenas, mientras que al mismo tiempo proporciona nucleósidos y nucleobases (bloques de construcción de material genético) para nutrir a los organismos beneficiosos. La Dra. Hinde y otros investigadores incluso han teorizado que algunos MOM pueden secretar neurotransmisores específicos (mensajeros químicos) para ayudar a regular el comportamiento en los bebés, posiblemente llevando a un mejor crecimiento a través de la conservación de la energía.
Ahora podemos agregar beneficios probióticos y prebióticos a la larga lista de atributos sorprendentes de la leche humana.