La mayoría de nosotras estamos acostumbradas a tener el control, si no es de una casa o un trabajo, seguro que sí en el modo en que atamos los cabos sueltos de nuestro día. Probablemente estemos habituadas a trabajar con personas más bien lógicas.

Un bebé cambia todo esto: necesita a mamá cuando la necesita, por motivos que no siempre se develan, en un grado para el que seguramente no se está preparada.

Algunas pasamos las primeras semanas intentando mantener nuestro antiguo ritmo, intentando adaptar el día del bebé al nuestro. Algunos bebés no tienen ningún problema con ello, pero muchos no pueden seguir nuestro ritmo y comunican a la madre que el sistema no va a funcionar.

Llega un momento en que hay que rendirse… y de repente todo resulta más fácil. Es como aprender a nadar, cuando uno se da cuenta de que esforzarse por mantener los pies debajo del cuerpo no ayuda a avanzar.

A pesar de todos los libros y consejos disponibles, nuestra cultura no conoce muy bien al bebé. Tal vez sea el motivo por el cual tenemos tantos libros y tantos consejos. El bebé está bien equipado para encontrar su camino en el mundo y la madre está bien equipada para guiarlo, cuando empieza a escucharlo y deja de nadar sólo en el lado poco profundo de la piscina.